Sempere Jaén, Mª Teresa

Datos biográficos
Fecha de nacimiento
1947
Lugar de nacimiento
Elche
Fecha de muerte
22 de marzo de 2023
Lugar de muerte
Elche
Profesión
Maestra de guardería y política
Militancia
UGT y PSOE
Sempere Jaén, Mª Teresa

SEMPERE JAÉN, Mª Teresa (Elche, 1947 - 22-III-2023). Diputada a Cortes. Tras sus estudios primarios (Graduado Escolar), a los diecisiete años entró a trabajar en un taller de costura y poco después, en una gestoría y en la Guardería Municipal de Elche. Afiliada al PSOE y a la UGT en 1976, fue concejala del Ayuntamiento de Elche desde las primeras elecciones democráticas, cuando en 1980 sustituyó a un concejal “crítico” expulsado, hasta las celebradas en 2003, con la única excepción de algún pequeño período en que fue Diputada a Cortes, cargo que solía compatibilizar con el de concejal. Ha sido teniente de alcalde en varias ocasiones. Diputada a Cortes en 1989 y 1993. Diputada Provincial en 2003. Ha ocupado diversos cargos en las ejecutivas local -desde 1978, desempeñando las secretarías de la Mujer, Bienestar Social, la secretaría general y la presidencia-, comarcal –miembro de su comité- y autonómica –desde 1986, durante dos legislaturas-. Ha sido miembro del Comité Federal entre 1991 y 1995. Elegida en 2004 presidenta de la ejecutiva local del PSOE de Elche y miembro del Comité Nacional del PSPV. [FMS]. Presidenta de la Agrupación Socialista de Elche.

FUENTE: PANIAGUA, Javier y PIQUERAS, José A.  Diccionario  Biográfico de políticos valencianos: 1810 - 2005.

Lorena García Sánchez (2019)

Este texto forma parte de su Trabajo de Fin de Grado presentado en la Universidad Miguel Hernández para la obtención del grado en Periodismo. Junio de 2019.

"Bien podría decirse que la frase “Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”[1] representa una de las máximas que concibo sobre la existencia del ser humano.

Nada ni nadie fue un impedimento para que mi actitud se tornase insurrecta desde bien pequeña. No se malinterprete esto con ápice peyorativo, sino todo lo contrario. Pese a que mi trayectoria escolar fue corta, por mí misma reuní los requisitos imprescindibles para cultivar una base que me diese pie a formarme tanto personal como laboralmente y luchar por lo que creo que es justo.

No pude tener un título como ahora todos tratan de tener, pero me he logrado defender. Escolarizada hasta los 12 años, he pasado por tres colegios públicos: el de doña Maricruz, donde accedí cuando cumplí cuatro años; en medio había otro de cuyo nombre no me acuerdo; y, por último, el de doña Carmen. Siempre he tenido la vocación de ayudar y, por ello, compaginé los estudios en estos centros con mi voluntariado en el convento de monjas, ubicado cerca del Hospital General Universitario de Elche. Junto a las religiosas, ciertos días de la semana caminaba hacia un lugar llamado “La Gota”[2]. Sor Trinidad, a quien adoraba, me alentó a participar en un teatro para las personas enfermas que estaban en el hospital. De ahí, iba al asilo a hacer pequeñas fiestas para animar a gente de la tercera edad.

Eso me ayudaba a evadirme de algunas costumbres instauradas en casa y que no compartía. Mis padres venían de familias modestas, mi madre vivía en El Raval y mi padre, del Camp d’Elx. Nacida en 1947 en la calle del Asilo de la ciudad ilicitana, poco después nos trasladamos a una casa en el barrio de Altabix, donde convivimos mis seis hermanos y yo hasta que nos independizamos. A lo largo de esos años no tuve una problemática fuerte con mis progenitores. Fui feliz. Mi padre trabajaba siempre de noche en un almacén de verdura, donde pronto intervino para que mis hermanos mayores –no tanto, ya que por esa época tenían ocho años- pudiesen aplicarse, y mi madre laboró durante un tiempo en el calzado haciendo alpargatas; conoció a mi padre y decidió vender verdura en el mercado para ayudarle; pero terminó encargándose de todas las labores domésticas.

Pero quizá estas ideas hicieron mella en la concepción de mujer que tenía mi madre. Puso bastante empeño en que supiera hacer las tareas de casa, puesto que eran “las labores que tenían que desempeñar las féminas”, y sobre todo coser. En mi familia si estudiaba alguien tenía que ser el chico. La chica quedaba supeditada a las funciones del hogar. Mis hermanos mayores me defendían: “María Teresa tiene que formarse y prepararse”. Recibía un apoyo constante por su parte, pero no resultó eficaz. Mi hermano pequeño estuvo escolarizado mucho más tiempo que yo y, sin embargo, no le gustaba estudiar. Incluso en las clases de multiplicar y dividir que nos impartía mi hermano mayor, se aburría.

Cuando abandoné el colegio, mi madre se limitaba a decirme que fuese a comprar cosas que necesitábamos en ese momento y no me quedaba callada sino que le contestaba con un “¡Puede ir mi hermano que está sin hacer nada!”. No entendía por qué mi hermana y yo sí debíamos ayudar en todo y ellos no. No hizo más que impulsarme a una reivindicación necesaria. Por ello, empecé a querer leer todo lo relativo a la igualdad de género aunque también leía novelas como El Principito o cuentos de hadas. Me encantaba estudiar y transcribir. De hecho mi madre, me compró una máquina de escribir antigua.

No paraba de formarme, fui a una academia de mecanografía, aprendí puericultura en centros de noche y obtuve el graduado escolar en la Academia Levante. Pasé por un taller de costura; por una gestoría; dando clase en una guardería municipal de Elche; pero sentía una necesidad terrible por luchar para cambiar varias injusticias que salían impunes. Sin ningún tipo de castigo.

En cuanto alcancé la mayoría de edad, comencé a marchar junto a jóvenes de izquierdas por una sociedad más equitativa. Había gente tanto del partido comunista como del socialista. En mi casa nunca se conversó sobre el tema. Mi familia era socialista, pero mi padre tenía miedo a que me metiera en un lío al verme tan reivindicativa. La razón la encontré en la experiencia vivida. Él estuvo en la cárcel por pertenecer al bando republicano en la Guerra Civil española; primero en un campo de concentración en Madrid durante un año y después fue trasladado al palacio de Altamira, convertido en centro penitenciario por aquel entonces, donde mi hermano iba a llevarle comida. Allí estuvo cerca de dos años, ya que no tenía más delitos acumulados.

Aun así yo seguí mis principios y continué en un viaje que tenía ida, pero no vuelta. No tenía amigos a mi alrededor que tuviesen mis ideales, o al menos no los exteriorizaban. El impulso por participar en actos políticos nació de las relaciones que entablé cuando iba a manifestaciones. Por cierto, mi primera concentración fue a favor de la igualdad y la paridad, aunque hubo otra de mayor envergadura por el volumen de muchedumbre que asistió cuando se celebró el Día Internacional de los Trabajadores en los años 60. Allí estuve con mi primer grupo, cuya denominación, decidida por sus componentes, fue Asociación de Amigos por la Democracia, que congregaba tanto a gente de izquierdas (socialistas y comunistas) como de centro.  El hecho de que tuviese contacto con gente de partidos variados, sorprendía a varios, destacando Frasquita[3], mujer importante en la política ilicitana, quien me acusó de ser comunista y convivir con mi familia socialdemócrata. En mi casa me respetaron y despejaron cualquier sombra de pecado. Un tiempo después, me incliné por el socialista. Conservaba más ideas afines a dicho partido.

Entre evento y evento, conocí a mi primer marido con el que me casé a los 22 años. Aparte de la diferencia salarial entre hombre y mujer, me indignaba que a la hora de contraer matrimonio tenía que firmar con el número de cuenta del cónyuge masculino, aun si tu estabas trabajando en plenas facultades. No tenía ni pies ni cabeza. Ahora menos.

Cuando nació mi primera hija, yo tenía 24 años, y la eduqué sola, ya que el padre se fue de casa durante 6 meses. Un tiempo después, retomamos la relación y me fui a vivir a Barcelona, puesto que él no quería venirse a Elche. Allí me quedé embarazada de mi segunda hija, pero el idilio, de nuevo, se torció. Perdí el contacto con mis seres queridos, quienes no podían ni verlo. A pesar de todo, volví a la ciudad de las palmeras, y él, conmigo. Estuvimos unos años más juntos, pero era un amorío destinado al fracaso. Desde siempre he estado separada. No me arrepiento. Me gustaba estar así. Si hay algo que valoro de mi enlace es el nacimiento de mis dos hijas, quienes me han dado un tesoro de incalculable valor como son mis cuatro nietos. Fui yo quien apostó por la libertad en su sentido más amplio.

Tras estos momentos más que duros, lo intenté afrontar con la mayor valentía y naturalidad posible. Por ello, me llevaba conmigo a mis hijas pequeñas a la antigua sede del PSOE, situada en la calle Poeta Miguel Hernández, y muchas veces se quedaban dormidas, porque las reuniones se organizaban de noche cuando más gente podía acudir. Me solía llevar a mis niñas pequeñas de aquí para allá, justo para que no extrañasen la ausencia de sus padres, aunque lo cierto es que cuando me tocaba viajar, por temas de agenda, a Madrid ellas se quedaban al cuidad de mi madre y mi hermana, que vivían cerca de mi casa ilicitana.

Pocos años después de dar a luz a mi primera hija y antes de legalizarse los partidos políticos en 1976, me afilié al Partido Socialista. La mayoría de miembros pertenecía a familias convencionalmente laboristas. Allí establecí lazos con un conocido político ilicitano, quien fue alcalde entre 1995 y 2007, Diego Maciá. Antes de morir el dictador español ya empezamos con los movimientos para combatir las desigualdades.

En 1975 se produjo el fallecimiento de Franco y me perturbaba la incertidumbre que trajo consigo. Fueron momentos de no saber qué iba a pasar, pero luchamos por el cambio de rumbo de España y, por suerte, fui partícipe, junto a grupos de jóvenes, de la Transición. Nos inundó una alegría tremenda y seguimos trabajando por mejorar el futuro. Uno de los temas candentes era el papel de la mujer en la sociedad. Desde jovencita noté como las féminas estaban destinadas a una labor y los hombres a otra, salvo las clases más adineradas que estudiaban los dos por igual. Pero existía una clasificación por sexos: los chicos estudiaban y a las mujeres se les asignaban las tareas domésticas. Y en mi casa, por cultura y costumbre, se tomaba como referencia estos principios.

Aun así, se desprendía un rayo de solidaridad, ya que, por primera vez en años, hubo consenso y diálogo. Se juntaron todos los partidos para hacer de la Constitución, un documento que favoreciese los derechos de la gente. Pero no fue hasta que llegó la izquierda que se volvió a coger el principio de “trabajo por la democracia”. Desde Felipe González se formó la transición más progresista, con políticas de izquierdas, pero de verdad.

En el terreno local, comencé como concejal socialista tras la celebración de las primeras elecciones municipales de España en 1979; llegando a ser primera teniente de alcalde. En el Ayuntamiento he estado cerca de 30 años consecutivos, compaginándolo con el trabajo de diputada nacional durante dos legislaturas (IV y V). He de admitir que mi vocación se inclinaba más por la municipalista que por la generalista, pero acepté igualmente la elección para participar en la cámara del Congreso. En 2004 volví a la carga y fui presidenta de la ejecutiva local de Elche en 2004. Mi labor siempre ha sido la de estar en contacto con los ciudadanos y las juntas vecinales de cada barrio, sin descuidar las partidas rurales de la ciudad, hablando, intentando resolver sus dudas y problemas. Era mi motivación y estimulación para seguir trabajando; hasta hace ocho años cuando dejé mis cargos políticos.

El nacimiento del segundo progenitor de mi hija hizo que me replantease mi situación. Ella no tenía quien le echara un cable y me dije que “ya era hora de dejar de lado mi trabajo”. Me sentía culpable de la distancia y tiempo perdido con mis hijas cuando las tenía que dejar a causa de mis compromisos gubernamentales. Me prometí no volver, pero no resistí. En 2012, justo un año después de mi retirada, recibí una llamada de Ximo Puig, presidente de la Generalitat Valenciana, quien me pidió ser parte de la remodelación del PSPV-PSOE y tomé su palabra, aceptando la presidencia de esta federación. Hasta el año 2017 que decidí no continuar al frente del cargo. Pensé que el momento requería una renovación. Al fin y al cabo, me he dedicado de lleno toda la vida a la política, más activamente desde el año 1976, llevando diferentes áreas políticas (Limpieza, Fiestas, Cultura, Juventud, Hacienda, etc.), y forma parte de mi razón de existir, pero la vida avanza y evoluciona.

Suelo pasarme por la sede municipal los martes y otros días sueltos, ayudo con la campaña electoral. Le debo mucho al partido, he formado amistades inquebrantables, lo que aprendí en política fue gracias a este donde se impartían jornadas de formación…Pero es tiempo de descansar, dejar paso a las nuevas generaciones, de las que espero que sepan mantener el respeto, la paz y la convivencia; no se dejen llevar por extremismos, que no llevan a ninguna parte; y no abandonen la defensa de una pensión digna, los problemas del sistema educativa, el avance de la mujer, entre otras cosas; y ahora, por fin, dedicarme a cuidar y compartir tiempo con mi familia.

Me llevo la gran experiencia de haber podido servir a mi ciudad, cuyo sentimiento es inexplicable, y haber conocido a personas maravillosas. El poder devolver la ayuda, que he recibido durante mi vida, resulta muy satisfactorio".

 


[1] Oración pronunciada por el político socialista chileno Salvador Allende en su discurso en la Universidad de Guadalajara allá por diciembre de 1972.

[2] Lugar donde limpiaban y llenaban botellas de leche para los más necesitados.

[3] Frasquita Vázquez Gonzálvez (1907 – 1993). Militante de PSOE y UGT. Ocupó varias Consejerías del Ayuntamiento de Elche, entre ellas la de Beneficencia y Sanidad; Festividades y Espectáculos. Fue presidenta de honor de la Agrupación Socialista Ilicitana hasta su fallecimiento.

Artículos publicados por el diario Información con motivo de la muerte de María Teresa Sempere Jaén

Genoveva Martín, 22-III-2023

María Teresa Sempere Jaén, la solucionadora 

Encarnaba para mucha gente lo que todos anhelamos: la intervención directa y cercana de nuestros representantes políticos.

«No puede ser que ocurran estas cosas», repetía yo, a menudo, en plena redacción. Sin embargo ocurrían. Una mujer o varios miembros de una familia, sentados enfrente de mi mesa, me habían explicado su situación. ¡Un  desastre! Nadie les hacía caso a pesar de estar al límite del aguante.

El periódico era para estas personas la última puerta donde tocar.

Una llamada telefónica, una conversación en la calle o en la puerta del Ayuntamiento de Elche con Mari Tere se convertía pronto en la solución al problema. María Teresa Sempere, la edil de Servicios Sociales, era para todos y todas Mari Tere. Cuando se le nombraba no hacía falta precisar nada más. Mari Tere era la solucionadora.

La Rubia, como algunos la llamaban cariñosamente, tenía un don especial: la empatía. Encarnaba para mucha gente lo que todos anhelamos: la intervención directa y cercana de nuestros representantes políticos. La calle era su despacho. Conocía por sus nombres a la gran mayoría de los componentes de las asociaciones, en particular las relacionadas con la tercera edad y alternaba con sus interlocutores el uso del valenciano y del castellano. Repartía besos y abrazos por doquier, y la ciudadanía se olvidaba que era política. Era simplemente  Mari Tere.

Suceder a Mari Tere en la Concejalía de Servicios Sociales, Bienestar Social o como se le quiera llamar ha sido todo un reto. Dejó el listón muy alto y las comparaciones son siempre odiosas.  

Gaspar Maciá Vicente, 22-III-1923

María Teresa Sempere, una política pegada al suelo. 

Siempre estuvo pegada a la tierra, cerca de sus conciudadanos y sus preocupaciones, quizás porque nunca olvidó sus orígenes humildes

María Teresa Sempere Jaén ha sido una política excepcional. O mejor dicho, una mujer excepcional que ejerció de política buena parte de su vida. En concreto, durante tres décadas a partir de la primera corporación democrática (1979) fue concejal por el PSOE (en el que militó toda su vida), además de teniente de alcalde, desempeñando distintas áreas de responsabilidad (Limpieza, Hacienda, Fiestas, Aguas, Asuntos Sociales, Juventud…), cargos que simultaneó con el de diputada nacional en dos legislaturas. Fue presidenta de la Agrupación Socialista ilicitana y, en su última etapa en la política activa (2012-17), también del PSPV, a petición de Ximo Puig..

Pero aún siendo su currículo el más extenso y prolijo de cuantas mujeres han pasado por la política local y la corporación municipal, no era Mari Tere una concejala o una diputada al uso. Siempre estuvo pegada a la tierra, cerca de sus conciudadanos y sus preocupaciones, quizás porque nunca olvidó sus orígenes humildes y su concepto de la acción política no como una forma de promoción personal ni de acumular cargos sino como un medio para mejorar la vida de las personas y de lucha contra las desigualdades y las injusticias.

Siempre atendía a quien viniera a contarle un problema, en especial si se trataba de una emergencia personal o familiar, y aunque no entrara entre los cometidos de sus competencias de ese momento, intentaba buscarle una solución. Era una persona generosa, empática y accesible, y su buena predisposición y eterna sonrisa (cuando no la risa contagiosa) la convirtieron en la concejala más popular en el municipio. Muchos fueron los que pensaban que podría haber sido una magnífica alcaldesa, pero los condicionantes orgánicos del partido no propiciaron esa posibilidad.

Fue, además, pionera en la lucha por la emancipación y empoderamiento de las mujeres, potenciando desde el Ayuntamiento políticas de igualdad y participando en cuantos movimientos y actividades se organizaban por la igualdad.

Mari Tere fue una política que prestigió el ejercicio de la función pública entendida como un servicio a los demás, como una misión para mejorar las condiciones de vida de sus conciudadanos y corregir desigualdades. De ahí que muchas veces aflorara su espíritu rebelde criticase medidas adoptadas por sus compañeros de gobierno cuando consideraba que no iban en esa dirección.

Su visión de la política descansaba en el pragmatismo antes que en dogmatismos y consignas partidarias, de ahí que en sus últimos años se mostraba desencantada con la política, incluso con su partido, pese a lo cual no renegó de sus firmes convicciones socialistas.

Mari Tere Sempere será recordada como una de las mejores personas y una de las políticas más queridas y respetadas (oposición incluida) que han pasado por el Ayuntamiento ilicitano. Y eso es mucho.

D.E. P. 

Fernando Ramón Pascual, 23-III-2023

La eterna sonrisa en los Servicios Sociales 

Referente durante muchos lustros de la vida pública ilicitana, accesible para cualquiera que necesitara de su ayuda, participativa, cercana, sin la ambición política necesaria para haber sido, si hubiese querido, la primera alcaldesa de Elche

Durante más de treinta años, desde que entrara como concejal en 1980 y hasta que dejara de serlo en 2011, María Teresa Sempere fue uno de los grandes buques insignia del socialismo ilicitano. Con su sonrisa omnipresente, incluso cuando pintaban bastos, Mari Tere, como se le conocía en la Casa Consistorial, apostó por engrandecer un departamento municipal como el de Servicios Sociales, que gracias a su empeño, se posicionó durante mucho tiempo como uno de los grandes referentes del municipalismo español, en tiempos donde los ayuntamientos eran la cuna desde donde se proyectaban aquellos que llegaban a la política con altas miras.

Fue edil con Ramón Pastor, con Manuel Rodríguez, con Diego Maciá y con Alejandro Soler y todos ellos la tuvieron siempre como teniente de alcalde y como baluarte imprescindible de la gestión local, además de ser la alcaldesa en funciones en innumerables ocasiones en el periodo vacacional de agosto, fruto de la confianza que todos los regidores ilicitanos tenían depositada en ella. Conocía perfectamente sus limitaciones, por eso se intentaba rodear de técnicos y funcionarios que supieran indicarle la senda para llegar a los objetivos que se había marcado, logros que tenían siempre como meta final mejorar la vida de los ilicitanos, pero también hacía gala de un sentido común con el que impregnaba sus decisiones.

Acérrima defensora de los derechos de la mujer, cuando la bandera feminista comenzaba a enarbolarse, pero sin el actual ímpetu, valedora de los más desfavorecidos, de los mayores, por los que sentía especial debilidad, fue ganando muy rápidamente adeptos en el Partido Socialista ilicitano por que contaba con un número tan relevante de seguidores, que cualquiera de las familias que han poblado la sede de General Cosidó, la tenían que tener en cuenta para lograr los apoyos necesarios, bien para conquistar la ejecutiva local, bien para la confección de las candidaturas municipales. Persona de consenso, fiel a sus principios, su carácter y personalidad sirvió para coser heridas y fracturas en momentos de crisis de su partido y, precisamente por ello, Ximo Puig confió en ella para asumir la presidencia del PSPV, cuando el hoy jefe del Consell, fue elegido como secretario general de los socialistas valencianos.

Referente durante muchos lustros de la vida pública ilicitana, accesible para cualquiera que necesitara de su ayuda, participativa, cercana, sin la ambición política necesaria para haber sido, si hubiese querido, la primera alcaldesa de Elche, impregnó su saber hacer en una etapa que duró más de treinta años y de la que supo salir en el momento oportuno, cuando su trayectoria vital así se lo impuso. Todo siempre aderezado con una sonrisa que se convierte en eterna para todos aquellos que la compartieron y que la tienen en su recuerdo.

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