Datos biográficos
Bernardo Román Díez compareció el 20 de junio de 1939 en el puesto de la Guardia Civil. Natural y vecino de Elche, nacido en 1891 y, por tanto, con 48 años cuando fue procesado. Casado y con seis hijos, trabajó como costurero en la fábrica de alpargatas Hijos de Manuel Lucerga, declaró que militó en la UGT desde principios de 1938 para poder trabajar en la fábrica de armas nº 2. Fue también miliciano voluntario y negó todo lo demás: haber hecho propaganda contra las derechas en las elecciones de 1936; que no hizo manifestaciones sobre Patricio Ruiz ni sabía quién lo mató. El jefe de puesto de la Guardia Civil, Juan Requena, le acusó de haber participado en el asesinato de Antonio Antón Román y en la detención de Rogelio Fenoll Tarí.
Las comparecencias en su procedimiento coincidieron en su responsabilidad. Pascual Antón Mollá, de 34 años, e hijo del propietario y militante de Derecha Ilicitana, Antonio Antón Román, el de mayor edad entre los asesinados, con 64 años y el primero de los “paseados”, el 18 de agosto de 1936. El hijo le acusó de estar de guardia en el castillo de Altamira en la noche que sacaron a su padre y, por tanto, “él tiene que saber quienes lo sacaron”.
El dentista de 33 años Rogelio Fenoll Fluxá declaró que a finales de agosto de 1936 fueron a su casa de Alzabares Bajo Bernardo Román Díez, Pedro Sánchez Antón, Andrés Bonete “Carretero” y otro más. Registraron la casa y amenazaron a los labradores de la casa para que dijeran dónde estaba su padre, Rogelio Fenoll Tarí. Añadió la frase que pronunció Bernardo Román Diez cuando fue a buscar al tartanero que llevaba a la familia: “si está allí mol fem”.
El informe del Ayuntamiento le acusó de haber intervenido en los asesinatos de Patricio Ruiz Gómez, Pascual Maciá Mojica, Dositeo Climent Mateu y Ángel Castaño Martínez. El hijo de Patricio Ruiz Gómez, Patricio Ruiz Martínez, declaró que fue Bernardo Román Díez quien intervino en el asesinato de su padre. Añadió que había hablado con su madre y que le había dicho que a su marido “cualquier noche le pondrían en libertad”. Intervino también como testigo el omnipresente Ismael Chinchilla Martínez para añadir que el procesado era un propagandista político. A favor de Bernardo Román Díez solo se recibió un escrito de la empresa en la que había trabajado, la fábrica de Hijos de Manuel Lucerga, haciendo constar que como obrero costurero había observado “buena conducta”.
Un tribunal militar presidido por el teniente coronel Emilio Poyo Guerrero y compuesto por el capitán Ricardo Pérez Gómez, los tenientes José Amat Poveda, Pérez Álvarez y el capitán Santiago Fernández Arévalo, juzgó en Alicante el 30 de abril de 1940 a los procesados Manuel Lara Manzano y Bernardo Román Díez.
En el resultado de la sentencia se le considera un
“elemento extremista destacado y de pésimos antecedentes y conducta; fue miliciano armado y como tal presenció la primera saca de presos citada y en compañía del procesado anterior intervino en la segunda de ellas y obligó a subir al auto al preso Don Patricio Ruiz Gómez que se resistía a ello; fue también uno de los ocupantes del automóvil y participó directamente en los asesinatos de los cuatro señores expresados”.
No se hizo mención a su militancia política –UGT y PSOE- y fue, al igual que Manuel Lara Manzano, condenado a muerte por adhesión a la rebelión, además de la responsabilidad civil por aplicación de la Ley de Responsabilidades Políticas.
El 14 de julio de 1940, Bernardo Román Díez escribió una carta al “Generalísimo del Ejército y Jefe del Estado” en la que decía que había sido condenado a la última pena sin pruebas y se basaba en el careo mantenido con Manuel Lara Manzano en el que éste no le reconoció entre los que participaron en los asesinatos que aparecían en el procedimiento, al igual que no participó en la detención del procurador Rogelio Fenoll Tarí y que dicho señor se encontraba en Francia. Recurría a “su magnánimo corazón, su reconocida bondad, su piadosa mano, firme un cúmplase, que a la sazón ha quedado en sus hechos origen completamente desvirtuados”. Recurrió también a su mujer y a sus seis hijos y apeló incluso a la condición de pertenecer a una familia de tradición católica. El escrito termina poniendo de manifiesto su condición de analfabeto, al firmar con un dedo.
El 26 de julio de 1940, su esposa, Carmen Lledó Díez, de profesión alpargatera y madres de seis hijos pidió la revisión del sumarísimo de urgencia.
Bernardo Román Díez fue fusilado en Alicante, junto a Manuel Lara Manzano, el 26 de noviembre de 1940, después de siete meses en “El Tubo”, la galería del Reformatorio de Alicante reservada para los condenados a muerte.